La Chispa de la Vida

Grande, pequeño, blanco o rojo intenso,incluso negro y amarillo, suave o rugoso, sorprendente o curioso, aterrador, sugerente, increible, ¡¡¡alucinanteee!!!. Todo está ahí, esperandonos.

La belleza está en los ojos más que en aquello que miras.

martes, 16 de agosto de 2011

San Pablo en la JMJ, crónicas desde un rincón.


Apenas pasan de las doce de la noche, ya estamos en el día más esperado de los últimos meses. Desde un rincón de mi terraza me dispongo a intentar relatar el bullicio interior que no cesa de llamar a la puerta.

Partimos para Madrid un grupo de peregrinos de nuestra parroquia de San Pablo. Treinta y tres, no está mal el número, salimos dentro de apenas seis horas en avión, otros tres se unirán a nosotros el sábado y dos más están intentando conseguir pasajes de última hora.

Los nervios afloran, la tensión se siente alrededor de las madres, afanadas, atareadas, ultimando cada detalle para estos siete días que están por llegar. Los más veteranos en estas lides haciendo aparentar que no pasa nada. Los que se inician por primera vez en las peregrinaciones con el cosquilleo metido en el cuerpo. Bien, es la tensión acumulada, nada anormal.

Los preparativos previos, ya están colocados. Seis días de actividades en la diócesis están colocados en la mochila interior de aquellos que ya hemos empezado la peregrinación aún sin salir de casa.

Hemos metido en la mochila una buena dosis de acogida y servicio a los peregrinos que nos han visitado (197 alemanes, 28 colombianos, 28 franceses del movimiento anuncio, 287 murcianos del Camino Neocatecumenal ).

Muchos de nuestra parroquia han participado activamente con otros jóvenes de las parroquias de Ibiza como voluntarios para acompañar a los hermanos venidos de fuera. No está nada mal el comienzo del petate.

En la base de la mochila a modo de soporte del resto del equipaje una Eucaristía presidida por nuestro Obispo D. Vicente con todas las delegaciones venidas a Ibiza. Al frente, La Virgen de las Nieves, nuestra patrona, y el beato Juan Pablo II, tan entrañable para todos los peregrinos habituales y que nos regaló las JMJ (Jornadas Mundiales de la Juventud). Multitudinaria la Eucaristía. Alegría desbordante en los peregrinos durante la celebración y la procesión que se realizó hasta la Iglesia Madre de Ibiza, nuestra catedral.

Previamente habíamos atado fuertemente al costado la catequesis que el Señor Obispo dio en nuestra parroquia a la delegación de jóvenes murcianos. Donde la Cruz, causa de gozo y alegría para el cristiano y la eucaristía sacramento del amor de Cristo a nosotros, fueron el centro de su catequesis.

Muchos signos, muchas señales, muchos acontecimientos hemos visto estos días en el puerto de Ibiza y en sus calles, en Santa Eulalia y en muchos otros lugares de la isla; pero desde mi rincón no puedo quitarme de la cabeza el Vía Crucis que recorrió las calles de San Antonio en Plena temporada turística. La cruz de Cristo interpelaba, cuestionaba, animaba, llamaba. Se hacía presente en medio de una humanidad desorientada, y sin duda asombrada por lo que contemplaban.

Terminado el rezo del Vía Crucis, los jóvenes murcianos y muchos chicos de la delegación alemana que se unieron a ellos dieron la nota. ¡Vaya si la dieron! Al ritmo de tambores, ondeando enormes banderas y una cruz de más de tres metros de alta, ni cortos ni perezosos, con una enorme sonrisa en los labios se internaron, cruz en ristre, en el mismísimo West End de San Antonio.

Imposible describir una experiencia así. Cuatrocientos jóvenes levantando la cruz, haciéndola saltar al grito de eh,eh,eh y con numerosos “ vivas” al Papa y “ esta es la juventud del Papa”; levantando los brazos al ritmo de los vivas se internaron en una multitud compacta apretada donde no cabía un alfiler. Decididos en la seguridad de que Jesucristo estaba en medio de ellos atravesaron el West End de punta a punta. Los jóvenes que estaban en la calle con los ojos medio entornados por la cantidad de alcohol ingerida con los torsos desnudos. Las chicas con la mínima expresión de ropa y las miradas perdidas en el infinito. Los porteros de los locales con la boca entreabierta y paralizados nos contemplaban. Se fueron apretando contra las paredes de los bares y abriéndonos paso; comenzaron a entrar en un éxtasis desconocido para ellos. Comenzaron a unirse a los vivas de nuestros jóvenes a vitorear al paso de la cruz levantando sus brazos y saltando de júbilo. Vi chicos de mirada extraviada lanzarles besos con la mano a la cruz, contemplé a una chica intentando taparse los pechos con la mano y acercarse a la cruz para pasar su mano sobre ella, y la imagen de la mujer impura tocando el manto de Jesús se materializó dentro de mi mente. Una gran cantidad de ellos se acercaban a nosotros y nos tocaban el hombro. ¡Sí! Sé que parece increíble pero era tal y como lo describo. Otros entrechocaban sus manos contra las nuestras a modo de colegas; uno pasó su mano sobre mi barba. Nosotros mirábamos sonrientes sin juzgarles amándoles como sólo por un don de Dios se puede amar. Continuamos subiendo sin parar el ritmo, espectadores de lo imposible, contemplando el hacer de Dios, siendo testigos de un Kayrós único cayendo sobre nosotros. La cruz de Jesucristo se hacía presente en medio de los más destruidos, de los más necesitados y éstos la acogieron desde su pobreza y debilidad. Dónde sólo esperábamos burlas y agresividad ENCONTRABAMOS ACOGIDA´.

Llegamos al final de la cuesta y colocaron la cruz en la cima del monte de modo que toda la calle por debajo de ella podía contemplarla. Yo estaba allí con la piel de gallina en un rincón de una esquina viendo el poder manifiesto de la Cruz de Jesucristo, contemplando con renovada esperanza el futuro de la Iglesia: una masa incontable de gente a la que se abre una nueva esperanza. Lo dejo aquí metido en mi particular mochila para que fermente y madure a su tiempo.

Hace apenas unas horas el Sr. Obispo nos ha entregado una pequeña cruz en el envío que ha pronunciado sobre todos los peregrinos que partimos al encuentro con Benedicto XVI. A mí, al verla en mi pecho colgando, me ha hecho presente este momento. Espero poder contemplarla muchas veces más y trasladarme a este Kayrós especial; por ahora la cuelgo de mi mochila para de reojo poder mirarla de vez en cuando. El tiempo pasa, me he extendido demasiado; perdonadme, no sabía parar.

Paco Cabrera, arrinconado.

2 comentarios:

  1. Una crónica realmente profetica ...la cruz siempre interpela, lo releía y pensaba ..nada es por casualidad, la cruz en lo alto a la vista de todos y de lo que nos esperaba en Madrid.

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  2. oye papa sabes tengo un nuevo blog por que no pasas y leechas un vistazo, pero sin criticar ni burlarse. Se llama Cristo y la Iglesia

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